lunes, 17 de agosto de 2015

Rota en pedazos de luz

Y hay tantas sombras de ti que no distingo, tanto colores que no puedo ver, que cuando me asomo desde fuera, alcanzo la penumbra, y es cuando me envuelve el hormigueo por los pies, la mirada que recorre y la garganta se me hincha de luz, de luz pajiza que no sabe a dónde dirigirse. Respiro porque en lugar de pensar siento, intentando comunicar en un estúpido teclado que creo que mi maraña ya no está de mi lado; el camino me pone gigantes que otras veces me parecen molinos, los valores se entrecruzan, se desafían y no quieren que decida; porque dejo el ámbar que me hiere y me aburre para entrar en el sepia de tu memoria y el bermellón de mis ganas, y es entonces cuando el paralelepípedo se desvanece y entro en una orgía de pliegues y relieves, que tú no has visto pero siento tan dentro que podría ser la montaña mágica, esa que es roja y en la que por fin he podido entrar sin miedo a perder mi identidad, y es que ya no importa convertirme en bruma que levita, sin necesitar los bordes picudos que entorpecen mi mirada. Y para qué defenderme de la niebla cuando puedo refrescarme en ella, apartar el azul oscuro casi negro y convertirlo en un manto que ya no me asusta ni me duele.

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