martes, 17 de marzo de 2015

Fantasmas Invertidos

- Buenos días
- ¿Qué tal has dormido?
- Pues bien... sólo me he despertado una vez
- Yo he soñado algo extraño. Estábamos en una casa que se supone que era la nuestra. Había cosas que yo miraba como si nunca las hubiese visto antes, y tú hacías lo mismo, conmigo. Pero tú no estabas extrañado. En la casa era como si hubiese señales por todas partes, de dónde nos situábamos, señales enigmáticas, que habías puesto tú. Como si estuviesemos en Londres, era una casa para extranjeros londinenses que vivían en la costa de España.
- Curioso, sí. Y, ¿qué más?
- Pues, después vi que había un buró, justo como el que tú tienes... y pensé que tenías dos. Y estaba lleno de fotos antiguas. Entre ellas, una de mi madre, con un poco más de la edad que yo tengo ahora, con una cara de niña inmensa. Como si no fuera ella. Como si no fuese mi madre. Una foto de esas que se hacían en los calendarios, del año 96.
- Debía estar guapa. Tu madre, digo.
- Ya lo creo. Guapa y una completa desconocida. Así la siento siempre que veo una foto de ella, de cuando yo era pequeña. y tú, ¿es que nunca sueñas? Nunca me has contado ningún sueño, que yo recuerde.
- Si sueño, creo que nunca lo recuerdo
- Eso puede ser una suerte. Los sueños, a veces, te traicionan. Cuando sueñas aquello que temes, y se hace real, entonces empiezas a pensar que ese temor forma parte de tu vida. Es el poder que tienen.
- Pero también te ayudan a mirar dentro, en lo que no te gusta, aunque no te guste. Y puedes sacar de ahí algo para ti; algo hermoso.
- Me han dado ganas de retomar el libro del desasosiego de Pessoa... ¿Eso cuenta?
- Todo cuenta. Yo creo que estás descubriendo algo. Estás buscando donde aún no te conoces.
- Así siento que llevo toda la vida.
- Has soñado algo más, ¿verdad?
- Pues sí... ¿cómo lo sabes?
- Porque me falta un fantasma invertido en lo que dices.

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