miércoles, 1 de mayo de 2013

Y que Schopenhauer diga lo que quiera

No se nace para estar quieto, ni para estar aburrido. No se nace para soñar delante de unos apuntes, o mientras pones copas en un bar. No hemos nacido para pedir paella para uno en Formentera, (dime que es domingo...), ni para ir a la ciudad de Sylvia. Yo no he nacido para mirar desde fuera, para saludar con educación, para callarme lo que me parece el mundo y lo que puedo conocer de él. Ni para ignorar el abismo que sé que existe aunque yo intente concentrarme entre climas cálidos y revoluciones industriales. Porque entonces me viene el océano profundo y oscuro, el ancho mar que encuentro desde la orilla, desde un avión, un barco, y desde tus ojos. Se nace para temblar, para tambalearse, como los arrecifes que se mueven al compás del agua, como el trance que lleva a cerrar los ojos en un segundo en el que nadie se da cuenta de la combustión que un día, de repente, explota. No hemos nacido para no querer gritar cuando nadie nos oye, para no explorar los propios límites. Para dejar de jugar, ni de llorar de risa hasta que el estómago duele. Para no correr tirando de una cinta de tela en el desierto hasta acabar mareado y exhausto. No se puede ser Eva cuando se ha nacido Lilith. Y que Schopenhauer diga lo que quiera.

2 comentarios:

  1. yo nací para eso
    nací para robar rosas de las avenidas de la muerte

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  2. No, tú naciste para mucho más. Para atrapar el instante con insistencia, para amar con ardor, para escuchar con impaciencia, para bailar bajo los rayos de la luna, para soñar y construir tus sueños, para encantar al silencia y desordenar el caos. Y para mucho más, mucho más...

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