sábado, 13 de abril de 2013

El día que Woody Allen vino a visitarme

Querido monstruo... de las cavernas:
Hoy no sé qué puedo contarte, qué querrías que te contase. Los días felices te dejan un sabor amargo cuando se pasan. Como cuando reúnes en un viejo baúl miles de tesoros antiguos, y los miras, y sonríes. Son cosas que incluso puede que hayas guardado ayer, o hace muy poco tiempo. Pero las miras con nostalgia, desde el mismo instante. Y sólo esperas no volver a olvidar la lección. No olvidar los momentos en que realmente te has sentido viva y feliz. No olvidar que es ahí donde debes quedarte, donde debes buscarte, explorarte, y seguir. Seguir siempre por ahí, no volver a perderte. Y claro que las viejas pautas siempre pugnan por salir, viejos hábitos que te comen las entrañas para causarte angustia, viejas voces que te dicen que ése no es tu sitio, y qué haces ahí... Pero no dejas que eso te atraviese, y pasa sin rozarte. Y sientes tanta magia al encontrarte en un camerino, mirándote en el espejo, repasando a Anna en tu cabeza, esa joven judía que eres tú durante veinte minutos. Y verte tan ausente. Y ni siquiera eres consciente. Y me siento tan arropada por mí mientras te miro, como si Woody Allen estuviera ahí conmigo, me entendiera perfectamente, y me dijera: ¡Pero ríete!. Como si pudiera hacer un guión con mi vida. Al precio de que nunca pase lo que me gustaría. Haces comedia en tu mente, a causa de la tragedia que sientes. Porque lo que no consigues hacer real, lo conviertes en literatura. De algo tiene que servirme esta nostalgia de tus ojos ausentes, de tus sentimientos en otra parte.
- Claro Woody, es que tú eres un genio. Ya lo has conseguido. Has hecho de tu enfermedad mental un arte. Pero yo luego tendré que enfrentarme a que desaparezca. Al escenario vacío, al silencio, a su ausencia. A la de todos. Y a eso que no quiero, que no me apetece, pero tengo que hacerlo. Y esa voz martillea mi cerebro. TENGO QUE HACERLO.
- Pero Elia, ¿y qué? haz lo mismo que yo, ¿a qué esperas? te lo dice un judío, que de esto entiendo. No se nace con estrella, ni estrellado. Construye tu propia estrella. Ya lo estás haciendo. Mira cómo brilla. ¿Y los regalos? ¿Qué me dices de los regalos? tu familia en primera fila, tus antiguos alumnos, que no tienen por qué, pero están ahí, tu nueva amiga, que de repente es tan importante, el narrador de Nuestro Pueblo, el arcángel Gabriel sin pronunciarse. Y aquí yo, hablando contigo en esa cabeza loca que tienes. ¿Y te quejas?
Y agacho la cabeza. Porque el cabrón siempre tiene razón, hasta en mi cabeza.

Querido bestia parda, ya te advertí que hoy tenía poco que contar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario