Querido monstruo... de las cavernas:
Hoy no sé qué puedo contarte, qué querrías que te contase. Los
días felices te dejan un sabor amargo cuando se pasan. Como cuando
reúnes en un viejo baúl miles de tesoros antiguos, y los miras, y
sonríes. Son cosas que incluso puede que hayas guardado ayer, o hace muy
poco tiempo. Pero las miras con nostalgia, desde el mismo instante. Y
sólo esperas no volver a olvidar la lección. No olvidar los momentos en
que realmente te has sentido viva y feliz. No olvidar que es ahí donde
debes quedarte, donde debes buscarte, explorarte, y seguir. Seguir
siempre por ahí, no volver a perderte. Y claro que las viejas pautas
siempre pugnan por salir, viejos hábitos que te comen las entrañas para
causarte angustia, viejas voces que te dicen que ése no es tu sitio, y
qué haces ahí... Pero no dejas que eso te atraviese, y pasa sin rozarte.
Y sientes tanta magia al encontrarte en un camerino, mirándote en el
espejo, repasando a Anna en tu cabeza, esa joven judía que eres tú
durante veinte minutos. Y verte tan ausente. Y ni siquiera eres
consciente. Y me siento tan arropada por mí mientras te miro, como si
Woody Allen estuviera ahí conmigo, me entendiera perfectamente, y me
dijera: ¡Pero ríete!. Como si pudiera hacer un guión con mi vida. Al
precio de que nunca pase lo que me gustaría. Haces comedia en tu mente, a
causa de la tragedia que sientes. Porque lo que no consigues hacer
real, lo conviertes en literatura. De algo tiene que servirme esta
nostalgia de tus ojos ausentes, de tus sentimientos en otra parte.
-
Claro Woody, es que tú eres un genio. Ya lo has conseguido. Has hecho de
tu enfermedad mental un arte. Pero yo luego tendré que enfrentarme a
que desaparezca. Al escenario vacío, al silencio, a su ausencia. A la de
todos. Y a eso que no quiero, que no me apetece, pero tengo que
hacerlo. Y esa voz martillea mi cerebro. TENGO QUE HACERLO.
- Pero
Elia, ¿y qué? haz lo mismo que yo, ¿a qué esperas? te lo dice un judío,
que de esto entiendo. No se nace con estrella, ni estrellado. Construye
tu propia estrella. Ya lo estás haciendo. Mira cómo brilla. ¿Y los
regalos? ¿Qué me dices de los regalos? tu familia en primera fila, tus
antiguos alumnos, que no tienen por qué, pero están ahí, tu nueva amiga,
que de repente es tan importante, el narrador de Nuestro Pueblo, el
arcángel Gabriel sin pronunciarse. Y aquí yo, hablando contigo en esa
cabeza loca que tienes. ¿Y te quejas?
Y agacho la cabeza. Porque el cabrón siempre tiene razón, hasta en mi cabeza.
Querido bestia parda, ya te advertí que hoy tenía poco que contar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario