miércoles, 17 de abril de 2013

La Piedad inacabada


El espejo no siempre devuelve el reflejo que nos gustaría. Eso ocurre cuando durante la mayor parte del tiempo le damos la vuelta para que refleje el exterior, al mundo... a ti. Cuando, pasado un tiempo, volvemos a mirarnos, puede que la imagen sea confusa. Que te descubras en medio de mil caminos, y observes una trayectoria imprecisa de ensayos y errores. Los que miraste, los que hubieses querido transitar. Los caprichosos caminos, volubles, inciertos, dolorosos, pero bellos... Tus favoritos. Los que tú misma te marcaste desde un principio, en cambio, están limpios de huellas, no te ilusionan. Son plomizos, largos, fríos, grises, pero son los que todo el mundo te recomienda, porque tienen recompensa. Y de ahí viene tu lucha interna, el espejo que no entiende lo que muestra, y para ti es un enigma. El abismo cada día es más grande, te da más vértigo. El tiempo pasa y tú tienes que decidirte. Tienes que convencerte desde dentro de que las baldosas irán apareciendo, tienes que confiar en que te estás construyendo, en que vas a llegar al centro. Pero la verdad es que aún no eres Miguel Ángel, no ves una escultura en el mármol. Ves muchas, pero a veces el mármol es demasiado duro. O tu técnica imperfecta. Y siempre repites la Piedad inacabada. Mientras, la Pietà perfecta espera, paciente y silenciosa. Y por eso le das la vuelta al espejo. Mirarlo te desborda, te marea. Pero debes estudiarlo, cuidarlo, cada día. Leerlo, como un libro. "Los libros son como un hogar. En los libros podemos refugiar nuestros sueños, para que no se mueran de frío". Y Despedirte del resto de espejos. Llorar si es necesario por ese que hubieses querido que se quedase contigo. Y puede que así, descubramos un único camino. El nuestro. 


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