domingo, 10 de febrero de 2013

Mendigos por los Tejados

Esta noche podría escribir sobre el cielo que no es azul,
sobre el sol que no quema, que no brilla,
esta noche podría escribir sobre todos los sueños
a los que tengo que renunciar cada día,
sobre los juegos que se quedan guardados en una caja,
llenándose de polvo y soledad.

Esta noche, como Neruda, podría contarte
todas las ilusiones que llevo dentro,
siempre conmigo, que no encuentran su lugar.
Como confeti sin navidad, como una copa sin vino,
o una vela sin encender. Perfecta, entera,
y olvidada.

Esta noche eterna, de domingo de madrugada,
en la que el encanto se duerme en mi boca,
hubiese querido hacer florecer  una sonrisa,
hubiese querido convertir mi hábitat en primavera,
esquivar este frío helado al calor de un té de cardamomo,
olvidar que hubo un ayer, y que el presente se hubiese quedado conmigo.

Esta noche, que no está el hombre de la gabardina,
que el invierno se fue con sus cuerdas de vaho,
que desaparecieron los jardines en el mar,
y ni siquiera se quedaron los fantasmas que antes venían cada noche a visitarme,
y los extraños tesoros duermen arropados bajo el manto estrellado,
con Carlo y Rocamadour.

Puedo escribirte los versos más tristes esta noche,
ahora que te recuerdo sentado en mitad de las escaleras,
desde la mirilla desde la que observé por primera vez,
en la noche que bailé bajo la mirada de la catedral,
cuando me esperaban otros ojos, pero yo volaba lejos,
con otras alas,  porque ya te había elegido a ti.

Puedo dejar salir esta noche a los mendigos
que suspiran por los tejados,
deseosos de despertar su aliento.
Puedo susurrar los versos más tristes esta noche,
porque el encanto se duerme entre mis dedos,
que quisieran acariciarte con cada palabra que escribo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario