lunes, 26 de diciembre de 2011

Eros&Tánatos

A veces me gusta que Eros y Tánatos converjan. Que no todo sea luz y buenas palabras (…o apariencias).
No quiero lo que estoy esperando oír. Me gusta ver lo que sale de las entrañas de una persona, porque me parece lo más auténtico. Lo genuino, inefable y crudo.
Pero por eso, también, las mariposas ya no me llaman. Ya no bailan para ti. Ni te hablo de lo que me gusta de la luna, del caos, de los sutiles olores, ni de todo lo que nos queda por hacer.
A ti me une lo que nadie ve. Lo que nadie conoce de nosotros, porque es nuestro.
Pero ahora el encanto no existe. Ni tan siquiera duerme. Queda el Desencanto, y el deseo de la sangre. La vista nublada. Risas compartidas, y engaños fingidos, cómplices. Lo Vulgar.
Cambié el Verso, lo Sublime, por la Prosa vil de la vida (sucia eficacia...).
Porque aposté por el Abismo, ya no tengo Vértigo.
Libre de mostrarme, de la forma en que antes ansiaba.
Y ahora, desde el vacío, te miro. Y ya no duele.
Juntos, esperamos a Godot, entre suspiros.

Y no quiero saber nada de lo que te pasa. De lo que sufres. De lo que recuerdas. De tu vida antes de conocerme. Porque he aprendido las reglas del juego, y este es mi Último Tango en París.
Me has convertido en una autómata. En un Malentendido de Camus. Que no miente. Que no sufre. Pero, sobre todo, que no siente.
Ahora que te has ido, que volé (y volaste) lejos de mi nido, y sabes que no lo necesito, que aprendí a cuidarme mucho, ahora que conoces, que sabes de mi fuerza, no me sueltas.
Pero el autómata no olvida. Ni el existencialismo es un humanismo, ni París era una fiesta. Ni más ni menos de lo que ves (ni tan arrepentida, ni encantada…) y pongo mi alma al revés.
Pero mi esencia es la misma. Ávida de conocimiento y experiencia (sólo así, decía Cicerón, puede ser sabio el filósofo) Contemplando. Escuchando.
Pero desde las gradas, ese es tu legado. Y jugar a jugar. Y mirar sin ver. (Felices los que son felices...)
Porque esta vez, tu tiempo, tu tiempo, es el que se agota para hacer(m)e sentir.
Mientras yo lleno de tardes mi tranquilidad
para adornar mis pensamientos.
Y estoicamente sé
que puedo vivir así.
Sin Ulises en Ítaca
y sin alquimistas.
Sin altruismos enmascarados
ni regalos envenenados
...

Fuentes: Freud, Federico García Lorca, El último de la fila, Kierkegaard, Esperando a Godot, Ernest Hemingwa; Sartre, Uva de la vieja parra de el último de la fila

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